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Consumo de energía y finanzas personales.

El mundo vive momentos marcados por una crisis financiera y un repunte de los gastos en energía que, a mi modo de ver, se encuentran íntimamente relacionados, y que no se resuelve en los días inmediatos que suceden el desplome de los precios del crudo. Al menos en lo que a nuestros bolsillos concierne, un entorno de “sequía” financiera nos afecta más en la medida que requerimos más efectivo para llenar el tanque de combustible de nuestros vehículos y plantas eléctricas, para pagar la factura de electricidad, o simplemente para pagar el costo del transporte de pasajeros o de carga; y todo esto a pesar de que los precios del petróleo se están desplomando.

Miles de familias exploran alternativas energéticas que les permitan “estirar” el presupuesto. Hace muchos años que presenciamos una industria dedicada a “migrar” hacia Gas Licuado de Petróleo (GLP) los automóviles diseñados para funcionar con gasolina. Recientemente se producen “amagos” de incorporar el Gas Natural Comprimido (GNC) como combustible para toda la flotilla de vehículos que sirve el transporte público, empezando por un proyecto piloto. También apreciamos una preferencia por los vehículos “diesel”, entre aquellos renuentes a las adaptaciones.

Sin embargo, los cambios sustanciales requieren mucho tiempo, mientras que los pequeños cambios individuales no han hecho la diferencia. Por esta causa, pienso compartir algunas pequeñas sugerencias para tratar de ser ciudadanos “políticamente correctos”:

I. En los vehículos:

A. Cambie su actitud como consumidor.

a. A menos que vaya a realizar un viaje largo, no llene el tanque de combustible: póngalo a menos de ½ tanque.

Este consejo tiene dos razones fundamentales: Por un lado, si todos los vehículos de motor del mundo optaran por no llenar más el tanque, los inventarios de las distribuidoras de gasolina aumentarían significativamente, lo cual se apreciaría como una reducción de la demanda. Los consumidores pagamos en conjunto, y anticipadamente, miles de millones tan solo para almacenarlos de manera inútil en nuestros depósitos. Por otro lado, un galón de gasolina pesa alrededor de seis libras. Cada vez que un vehículo de gran capacidad se llena (más de 20 galones para un “todo terreno”), añadimos un peso innecesario a nuestro vehículo, restándole eficiencia. Hable con algún aviador y pregúntele si acaso los aviones no consumen más en las primeras horas de un vuelo largo, a causa del gran peso del combustible a bordo, con cuyo consumo se aligera la nave.

b. Trate de conducir a una velocidad crucero entre 80 y 100 kilómetros por hora, según el escenario.

Fuerzas físicas como el impulso (velocidad por tiempo), y la inercia, intervienen sin duda en el desplazamiento de los vehículos. Por tanto, mientras el vehículo mantiene una misma velocidad por más tiempo, su marcha es más eficiente. Hacerlo a una velocidad como la sugerida implica una conducción dentro del límite (al menos en la carretera), lo cual también ayudará a evitar accidentes. Existen estudios que demuestran un importante ahorro en el consumo con esta práctica, lo cual puede comprobar usted mismo.

c. Al convertirse en un ciudadano políticamente correcto, hágalo sin perjudicar sus finanzas.

El mundo sería mejor si todos tuviéramos un automóvil de muy baja emisión. Uno eléctrico, un híbrido o uno muy pequeño, serían un gran paso, sin hablar de temas como el combustible alternativo (biocombustibles, celdas de hidrógeno, etc.). Sin embargo, el tamaño de nuestros vehículos suele estar relacionado a variables tales como el estado deplorable de nuestras carreteras, el tamaño de nuestra familia o la necesidad de nuestro trabajo. Por ello, si tiene usted 5 hijos no deje su Chevrolet Suburban por un Toyota Prius; si acaba usted de comprar el Ford Mustang de sus sueños, no lo cambie de inmediato para ayudar a salvar el planeta. Lo sensato es cambiar esos “sedientos” ejemplares por algunos más económicos al quinto año de su uso, y ello, como siempre, por dos razones: primero porque en ese año suele terminar el financiamiento del vehículo. Siendo el componente de las cuotas de financiamiento interés y capital, durante los primeros años se paga más de interés que de capital, contrario a lo que sucede el último año. En consecuencia, vender el primer año significa perder casi todo lo pagado y destinar el producto de la venta al saldo del financiamiento. En segundo lugar, porque aún a sus precios históricos de triste recordación, y que felizmente han descendido de forma estrepitosa, la diferencia de precio entre los vehículos no se compensa con el ahorro de combustible. Todos hemos visto que la gente huye de las Hummers y se refugia en los Honda Civic. Esto hace que la gran oferta de Hummers y su escasa demanda depriman sus precios, pero a su vez el fenómeno encarece los carros compactos. Esa pérdida no se compensa con el ahorro de combustible sino en el largo plazo y cuando el cambio es en extremo radical: Una Ford Excursion sustituida con un Smart, por ejemplo, lo cual no siempre es posible. Lo correcto es hacer el cambio en el momento oportuno, por el vehículo de menos consumo que supla sus necesidades.

B. Vele por la condición mecánica de su vehículo: manténgalo en buen estado.

Si bien es cierto que la ley obliga a que los vehículos se sometan al menos a una inspección anual, tal parece que los encargados de cumplir esa ley creen que se trata de un impuesto más y por ello es muy posible que a una carcacha que pague el derecho de inspección (sin merecer pasarla) jamás sea detenida por esa causa, y que un Porsche 911 del año sea multado.

En consecuencia, es cada uno de nosotros quien debe velar por hacer más eficiente su medio de transporte, y con ello se ayuda al planeta. Cosas tan sencillas como vigilar que la presión de las llantas sea la adecuada pueden tener un impacto trascendente a largo plazo. Lo mismo ocurre con el cambio del filtro de aire, pues de ello depende la adecuada mezcla de aire y combustible fósil.

El cambio de lubricante y su filtro dentro del tiempo recomendado por el fabricante también es esencial, pues disminuye la fricción de las partes internas del motor y economiza combustible.


II. En la casa:

Viviendo en un país privilegiado, dado el esplendor de su sol y la intensidad de sus vientos, es sorprendente que el negocio de la energía alternativa mantenga una presencia tímida, al punto de que los paneles solares y las turbinas de viento son algo excéntrico o raro en nuestro medio.

Cada vez que los dominicanos sufren una crisis energética o un incremento sustancial en los precios de la energía, estos negocios comienzan a tomar auge, desapareciendo del mercado tan pronto como la crisis queda atrás. No obstante, pienso que esta rebaja en los precios de los combustibles será lamentablemente efímera, por lo cual podría tener mucho sentido invertir en energía alternativa para nuestras viviendas, dada la natural y episódica disminución de la demanda por esos medios de generación.

No obstante, tan importante es el tema de los equipos (A) como el de la conducta de cada uno de los convivientes en una casa (B). Veamos.

A. El equipamiento.

Los enseres del hogar son regularmente adquiridos atendiendo a criterios como estética, función, calidad y precio del artículo, soslayándose el tema del consumo en el largo plazo. Así como el gobierno subsidia el cambio de bombillas incandescentes por fluorescentes de bajo consumo, toda la ciudadanía debería sumarse a esa cruzada que tendría un importante efecto en la reducción de nuestra factura petrolera.

Si bien es cierto que un calentador de agua solar es mucho más costoso que el tradicional calentador eléctrico, el consumo de las resistencias del tradicional podría ser importante a largo plazo. De lograrse que ese tipo de artefactos no sea gravado al momento de su importación, es seguro que el precio sería más competitivo y asequible a familias de menores ingresos.

Otra posibilidad tiene que ver con el uso de equipos domésticos que no funcionen con electricidad. Una nevera, una secadora de ropa o un calentador de gas, podrían disminuir una porción importante de nuestro gasto en la factura eléctrica.

El apreciado inversor utilizado para convertir la corriente directa en corriente alterna, es uno de los responsables principales del monto de la facturación, pues la energía que el mismo sirve es la que antes fue almacenada en el banco de baterías, y que debe ser recargada una y otra vez. Cargar las baterías con un molino o turbina de viento, o con paneles solares, podría ser un paso hacia la preciada independencia energética.

B. La conducta.

Los consejos para ahorrar energía contenidos en comerciales de las empresas distribuidoras o de la corporación estatal de empresas eléctricas suelen ser certeros y adecuados, a la vez que mantienen plena vigencia hoy día.

No es ocioso recordar:

- Que es conveniente pintar los interiores de colores claros, para que la luz “rebote”.
- Que es mejor apagar la luz de la habitación mientras nos ausentamos, aunque sea brevemente.
- Que los amantes de las duchas de agua caliente “agredimos el planeta” cuando las tomamos en pleno trópico. Que sería mejor agua tibia, o fría, según su cuerpo lo aguante.
- Que debe evitarse el uso de artefactos en mal estado, no sólo por su alto consumo, sino además por el riesgo de incendio.
- Que debe usted cambiar esa nevera del “paleolítico” que le da un “corrientazo” a todo el que la toca, al igual que todos los electrodomésticos de cierta antigüedad: los nuevos son más eficientes.
- Que para usar el acondicionador de aire no hay que ponerlo a temperatura polar. Es conveniente darle mantenimiento regularmente para garantizar que sus filtros estén limpios y que

Todo lo anterior luce extremo, y existen prácticas menos radicales que podrían garantizarnos cierto ahorro. Por ejemplo, poner a las puertas un brazo para que las cierre tiende a ahorrar energía en habitaciones con aire acondicionada, pues este se escapa menos. Se no contarse con un artefacto parecido, bastaría con hacer consciencia de la necesidad y conveniencia de cerrar la puerta.

Normalmente, en lugares donde la presión del agua no es muy buena existe una cisterna, cuya bomba de agua le da la presión necesaria para que el agua corriente llegue a las duchas y a los niveles más altos. No obstante, la precaria presión de la calle sería suficiente para tener aguas en las llaves y en los sanitarios. En esos casos, sería inteligente organizarse para encender la cisterna en un horario preestablecido, cuando las necesidades de los habitantes de la casa así lo requieran. Algo parecido puede hacerse con el calentador de agua.

Algunas personas salen de sus casas de fin de semana o de vacaciones, y dejan todo conectado, como si lo fueran a utilizar. La próxima vez que salga usted de viaje, pruebe lo siguiente: identifique en la caja de “brakes” de electricidad el que corresponda a las luces que desee dejar encendidas, a la nevera, y a la alarma contra incendio y robo. Apague todos los demás, y verá como esto se refleja en la factura eléctrica. Además, de esta forma los equipos están mejor protegidos en contra de un eventual alto voltaje.

A modo de conclusión, quiero recalcar la idea de que la episódica y potencialmente efímera caída de los precios del petróleo y sus derivados no puede ser vista como una invitación a aferrarnos a prácticas irreflexivas que ven la energía como un recurso inagotable, máxime en tiempos de crisis, cuando se impone evitar el dispendio y el desperdicio.

Ampliaremos más sobre estos temas en ocasiones futuras.

Comentarios

  1. Anónimo14:42:00

    Felicidades, señor Veras. Muy lúcido y coherente su artículo. Espero que se siga animando a publicar.

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