Hablar del reclamo del “Colegio” Médico Dominicano por el “merecido” aumento salarial en beneficio de sus colegas que prestan servicios en el sector público parecería una necedad, pues se trata de un tema que no ha dejado de estar en la palestra, desde el ascenso a la presidencia del “gremio” de los profesionales de la salud del inefable doctor Waldo Ariel Suero, hasta la fecha.
Parece que se “llueve sobre mojado” cuando se recrean peticiones como la de un aumento del 100% para los médicos que prestan servicios en el sector público, cuando se afirma irreverentemente que “con el juramento hipocrático no se va al supermercado”, o cuando recordamos las múltiples e inoportunas convocatorias a marchas, “huelgas” (expresadas en la paralización de centros públicos de salud) y huelgas de hambre, como la que ocupó un inmerecido espacio en la prensa, durante la semana pasada.
Las “reivindicaciones” del Colegio Médico deben ser analizadas juiciosamente por la ciudadanía, con sentido crítico, tanto en la forma como en el fondo, en aras de evitar que, jugando al cansancio y a la persistencia, se creen más e irritantes privilegios en beneficio de unos cuantos médicos que pretenden endilgarse la representación de toda esa clase profesional, de cuya valía inapreciable jamás podría dudarse.
En primer lugar, respecto de la forma, me parece que el Colegio Médico Dominicano confunde su rol con el de un gremio o un sindicato. En todas partes del mundo, los colegios profesionales están llamados exclusivamente a ejercer el control de la ética dentro del ejercicio de la profesión de que se trata. Por tanto, la labor del Colegio está más asociada al problema de las personas que sin exequátur y hasta sin título ejercen ilegalmente la medicina, y al control de las actividades de los curanderos, “naturópatas” y afines, cuyo quehacer cotidiano está ligado a la salud de las personas.
Tanto como una consecuencia de la naturaleza no gremial de los colegios profesionales, así como del carácter público y esencial de los servicios que son paralizados permanentemente a petición del Colegio Médico Dominicano, en perjuicio de la población más necesitada (recordemos que los más afortunados acuden a clínicas privadas), se deduce que las “huelgas” realizadas en los hospitales públicos son ilegales, toda vez que ese instrumento fue concebido para las relaciones de trabajo (mediante normas que no se aplican a los servidores públicos), es decir que se trata de un derecho de los trabajadores organizados en sindicatos, a la vez que, por tratarse de servicios públicos esenciales, jamás podrían paralizarse los servicios de salud legalmente, ni siquiera en el sector privado.
Pero si desorientado está el Colegio Médico Dominicano en cuanto a la forma, peor se encuentra en cuanto al fondo, pues “no hay que ser suizo” para saber lo que ocurre en realidad con la gran mayoría de los médicos dominicanos y el servicio público. Por ejemplo, si realizamos un censo, y el correspondiente cruce de información, nos daremos cuenta de que la gran mayoría de los médicos nombrados en el sector público posee también consultorios en clínicas privadas. Como las personas comunes y corrientes no tenemos el don de la ubicuidad, y no podemos ocupar más de un lugar a la vez, en el tiempo y en el espacio, entonces nos preguntamos cómo pueden los laboriosos servidores públicos ya mencionados estar al mismo tiempo en sus consultas privadas y en los hospitales donde están nombrados cobrando un cheque de la Secretaría de Estado de Salud Pública.
Si se lleva a cabo el censo propuesto, nos daremos cuenta de que, salvo honrosas excepciones, los hospitales (al menos los universitarios) están siendo manejados por los médicos residentes que desean optar por una especialidad de las que se imparten en ellos, pues los demás se marchan muy temprano, obviamente que para dedicarse a su ejercicio privado, en las afortunadas ocasiones en que hacen acto de presencia. Sin duda que a ello se debe que el Ministro de Salud Pública afirmara que estaba de acuerdo con el aumento del 100% de los sueldos para los médicos del sector público, siempre que prestaran 8 horas de servicio diario.
A excepción de los docentes de los hospitales universitarios, que en beneficio de la población realizan procedimientos quirúrgicos y brindan tratamientos que serían incosteables en el sector privado, a la vez que transfieren sus conocimientos a los futuros especialistas, y obviamente que haciendo también la excepción respecto de los médicos que cumplen con su horario de trabajo, lo que merecen los médicos es su cancelación masiva de los hospitales públicos.
Pero además de las situaciones anteriormente planteadas, cabe preguntarse qué pasa con los pocos médicos del sector privado que no tienen un ejercicio liberal, tales como aquellos que se ocupan de las emergencias de las clínicas privadas. Acaso sus salarios son sustancialmente superiores a los que paga el sector público por el “medio tiempo” que le brinda la cuasi - totalidad de los médicos. Me parece que no. Sin embargo, nunca he escuchado a nadie fijarse en esa situación, y sospecho por cuál razón: porque muchas de las clínicas privadas pertenecen a médicos que están nombrados en hospitales públicos, quienes por un lado desean aumentar su “cuota-parte” en la gran “ubre nacional”, y por el otro lado no están dispuestos a atentar en contra de los intereses de los centros de salud que les pertenecen, o en donde ejercen su profesión.
En conclusión, nuestras propuestas para acabar con el relajo de las “huelgas” médicas son las siguientes: 1° Todo médico nombrado en el sector público que, en apoyo a un paro llamado por el Colegio Médico Dominicano, se niegue a prestar sus servicios a un paciente, debería de ser cancelado inmediatamente; 2° Todo médico inconforme con el salario actualmente devengado en el sector público, debería de renunciar y dedicarse a la consulta privada (si acaso): la medicina es una profesión liberal que se ejerce sin fines de lucro. Recordemos que a la remuneración de los médicos se le llama “honorarios”, aunque el Colegio Médico haya dicho alguna vez que “con el juramento hipocrático no se va al supermercado”; 3° La exigencia de prestar 8 horas de servicio en los hospitales debería pasar de amenaza a realidad, haciendo excepción de los grandes maestros de la medicina que prestigian los hospitales públicos, pues los conocimientos que transmiten a los médicos residentes compensan las horas que dedican a su consulta privada; 4° El Colegio Médico Dominicano debería ocuparse únicamente de los problemas éticos que aquejan actualmente el ejercicio de la profesión, jugando su rol tendente a la protección de la sociedad frente a curanderos y afines que ponen en grave riesgo la salud de la población; 5° Los médicos interesados en la defensa de los verdaderos intereses de su clase deberían fijarse en la situación de los médicos que no ejercen su carrera de forma liberal, sino que son empleados de las clínicas privadas. Para estos fines, un sindicato sería idóneo, aunque sería ilegal que durante una huelga se intente detener un servicio esencial, como la emergencia del centro de salud o su quirófano. El doctor Suero quizás no calificaría para presidir ese sindicato, aunque talvez sí podría presidir el sindicato de empleadores del sector salud, pues hace poco lo escuché decir en la radio que tenía “sus problemas económicos resueltos, por 30 años”, lo cual no dudo…
Parece que se “llueve sobre mojado” cuando se recrean peticiones como la de un aumento del 100% para los médicos que prestan servicios en el sector público, cuando se afirma irreverentemente que “con el juramento hipocrático no se va al supermercado”, o cuando recordamos las múltiples e inoportunas convocatorias a marchas, “huelgas” (expresadas en la paralización de centros públicos de salud) y huelgas de hambre, como la que ocupó un inmerecido espacio en la prensa, durante la semana pasada.
Las “reivindicaciones” del Colegio Médico deben ser analizadas juiciosamente por la ciudadanía, con sentido crítico, tanto en la forma como en el fondo, en aras de evitar que, jugando al cansancio y a la persistencia, se creen más e irritantes privilegios en beneficio de unos cuantos médicos que pretenden endilgarse la representación de toda esa clase profesional, de cuya valía inapreciable jamás podría dudarse.
En primer lugar, respecto de la forma, me parece que el Colegio Médico Dominicano confunde su rol con el de un gremio o un sindicato. En todas partes del mundo, los colegios profesionales están llamados exclusivamente a ejercer el control de la ética dentro del ejercicio de la profesión de que se trata. Por tanto, la labor del Colegio está más asociada al problema de las personas que sin exequátur y hasta sin título ejercen ilegalmente la medicina, y al control de las actividades de los curanderos, “naturópatas” y afines, cuyo quehacer cotidiano está ligado a la salud de las personas.
Tanto como una consecuencia de la naturaleza no gremial de los colegios profesionales, así como del carácter público y esencial de los servicios que son paralizados permanentemente a petición del Colegio Médico Dominicano, en perjuicio de la población más necesitada (recordemos que los más afortunados acuden a clínicas privadas), se deduce que las “huelgas” realizadas en los hospitales públicos son ilegales, toda vez que ese instrumento fue concebido para las relaciones de trabajo (mediante normas que no se aplican a los servidores públicos), es decir que se trata de un derecho de los trabajadores organizados en sindicatos, a la vez que, por tratarse de servicios públicos esenciales, jamás podrían paralizarse los servicios de salud legalmente, ni siquiera en el sector privado.
Pero si desorientado está el Colegio Médico Dominicano en cuanto a la forma, peor se encuentra en cuanto al fondo, pues “no hay que ser suizo” para saber lo que ocurre en realidad con la gran mayoría de los médicos dominicanos y el servicio público. Por ejemplo, si realizamos un censo, y el correspondiente cruce de información, nos daremos cuenta de que la gran mayoría de los médicos nombrados en el sector público posee también consultorios en clínicas privadas. Como las personas comunes y corrientes no tenemos el don de la ubicuidad, y no podemos ocupar más de un lugar a la vez, en el tiempo y en el espacio, entonces nos preguntamos cómo pueden los laboriosos servidores públicos ya mencionados estar al mismo tiempo en sus consultas privadas y en los hospitales donde están nombrados cobrando un cheque de la Secretaría de Estado de Salud Pública.
Si se lleva a cabo el censo propuesto, nos daremos cuenta de que, salvo honrosas excepciones, los hospitales (al menos los universitarios) están siendo manejados por los médicos residentes que desean optar por una especialidad de las que se imparten en ellos, pues los demás se marchan muy temprano, obviamente que para dedicarse a su ejercicio privado, en las afortunadas ocasiones en que hacen acto de presencia. Sin duda que a ello se debe que el Ministro de Salud Pública afirmara que estaba de acuerdo con el aumento del 100% de los sueldos para los médicos del sector público, siempre que prestaran 8 horas de servicio diario.
A excepción de los docentes de los hospitales universitarios, que en beneficio de la población realizan procedimientos quirúrgicos y brindan tratamientos que serían incosteables en el sector privado, a la vez que transfieren sus conocimientos a los futuros especialistas, y obviamente que haciendo también la excepción respecto de los médicos que cumplen con su horario de trabajo, lo que merecen los médicos es su cancelación masiva de los hospitales públicos.
Pero además de las situaciones anteriormente planteadas, cabe preguntarse qué pasa con los pocos médicos del sector privado que no tienen un ejercicio liberal, tales como aquellos que se ocupan de las emergencias de las clínicas privadas. Acaso sus salarios son sustancialmente superiores a los que paga el sector público por el “medio tiempo” que le brinda la cuasi - totalidad de los médicos. Me parece que no. Sin embargo, nunca he escuchado a nadie fijarse en esa situación, y sospecho por cuál razón: porque muchas de las clínicas privadas pertenecen a médicos que están nombrados en hospitales públicos, quienes por un lado desean aumentar su “cuota-parte” en la gran “ubre nacional”, y por el otro lado no están dispuestos a atentar en contra de los intereses de los centros de salud que les pertenecen, o en donde ejercen su profesión.
En conclusión, nuestras propuestas para acabar con el relajo de las “huelgas” médicas son las siguientes: 1° Todo médico nombrado en el sector público que, en apoyo a un paro llamado por el Colegio Médico Dominicano, se niegue a prestar sus servicios a un paciente, debería de ser cancelado inmediatamente; 2° Todo médico inconforme con el salario actualmente devengado en el sector público, debería de renunciar y dedicarse a la consulta privada (si acaso): la medicina es una profesión liberal que se ejerce sin fines de lucro. Recordemos que a la remuneración de los médicos se le llama “honorarios”, aunque el Colegio Médico haya dicho alguna vez que “con el juramento hipocrático no se va al supermercado”; 3° La exigencia de prestar 8 horas de servicio en los hospitales debería pasar de amenaza a realidad, haciendo excepción de los grandes maestros de la medicina que prestigian los hospitales públicos, pues los conocimientos que transmiten a los médicos residentes compensan las horas que dedican a su consulta privada; 4° El Colegio Médico Dominicano debería ocuparse únicamente de los problemas éticos que aquejan actualmente el ejercicio de la profesión, jugando su rol tendente a la protección de la sociedad frente a curanderos y afines que ponen en grave riesgo la salud de la población; 5° Los médicos interesados en la defensa de los verdaderos intereses de su clase deberían fijarse en la situación de los médicos que no ejercen su carrera de forma liberal, sino que son empleados de las clínicas privadas. Para estos fines, un sindicato sería idóneo, aunque sería ilegal que durante una huelga se intente detener un servicio esencial, como la emergencia del centro de salud o su quirófano. El doctor Suero quizás no calificaría para presidir ese sindicato, aunque talvez sí podría presidir el sindicato de empleadores del sector salud, pues hace poco lo escuché decir en la radio que tenía “sus problemas económicos resueltos, por 30 años”, lo cual no dudo…
Muy bueno este artículo!
ResponderEliminarNo piensas escribir sobre el Derecho Francés en la República Dominicana y tal vez sobre la influencia del Derecho Dominicano en el Derecho Francés?
Me gustaría saber lo que piensas sobre las grandes instituciones dominicanas y su semejanza a las instituciones francesas, espannolas o americanas...
Sigue pa'lante, hermano, pa'atrás ni para coger impulso!!! =)